La respiración: el puente entre cuerpo y mente
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La respiración: el puente entre cuerpo y mente

Desde nuestra clínica de psicólogos en Cartagena, queremos compartir este artículo acerca de descubrir cómo la respiración consciente actúa como puente entre cuerpo y mente, mejorando tu bienestar emocional y psicológico en terapia

Vivimos en una sociedad donde solemos separar lo que sentimos en el cuerpo de lo que pensamos en la mente. Sin embargo, la ciencia cada vez nos demuestra con más claridad que esta división es artificial. El cuerpo y la mente no son dos realidades aisladas, sino partes de un mismo sistema en constante diálogo. Y en ese diálogo hay un puente privilegiado: la respiración.

Grandes investigadores como Antonio Damasio, referente mundial en neurociencia, y Nazareth Castellanos, especialista en neurociencia cognitiva y divulgadora, coinciden en señalar que nuestras emociones y pensamientos no flotan en el vacío. Se apoyan, se nutren y se expresan a través del cuerpo. Comprender y entrenar esta conexión es una de las claves para mejorar nuestro bienestar psicológico y emocional.

El cuerpo como escenario de la mente

Antonio Damasio ha explicado en múltiples trabajos que las emociones no son simples ideas, sino respuestas corporales que surgen ante lo que vivimos. Cuando sentimos miedo, el corazón se acelera, la respiración se agita, la piel se eriza. El cuerpo “habla” antes incluso de que la mente ponga nombre a lo que ocurre.

Esto quiere decir que nuestros pensamientos están profundamente enraizados en lo corporal. No pensamos solo con el cerebro, sino con todo el organismo. Las señales que suben desde el corazón, el intestino, los músculos o los pulmones llegan al sistema nervioso central y moldean la forma en que sentimos y decidimos.

En palabras de Damasio: “Somos, en esencia, organismos que sienten”. La mente no se entiende sin el cuerpo.

La ciencia de la respiración

Aquí entra el trabajo de Nazareth Castellanos, que ha investigado cómo la respiración es uno de los mecanismos más poderosos para modular este diálogo entre cuerpo y mente. Cuando respiramos de manera agitada, el sistema nervioso se activa y genera alerta. Cuando respiramos lento y profundo, el sistema parasimpático envía una señal de calma y el cerebro empieza a funcionar de otra manera.

La respiración es un acto automático, pero también voluntario. Podemos decidir respirar de un modo consciente, y al hacerlo, influimos en nuestras emociones y pensamientos. Se convierte en un interruptor biológico que regula cómo vivimos el presente.

Castellanos lo explica con claridad: cada inhalación y cada exhalación son como mensajes que el cuerpo envía a la mente. Respirar es mucho más que oxigenarnos: es un modo de entrenar nuestra atención y gestionar nuestro mundo emocional.

El puente que necesitamos cruzar

Cuando en terapia hablamos de conectar con las emociones, muchas personas piensan que se trata únicamente de reflexionar o poner palabras a lo que sienten. Pero la experiencia demuestra que, para lograr un cambio real, es necesario pasar también por el cuerpo.

La respiración consciente nos permite eso: atravesar el puente que une lo que pensamos con lo que sentimos. Al respirar de manera pausada, prestamos atención al presente, nos anclamos en nuestro cuerpo y abrimos un espacio para observar nuestras emociones sin que nos arrastren.

Es como si el aire que entra y sale marcara un compás interno que ordena nuestras experiencias.

¿Por qué hacerlo en terapia?

Practicar técnicas de respiración por nuestra cuenta puede ayudarnos, pero en terapia ocurre algo especial:

  • Aprendemos a escuchar lo que realmente nos pasa. Muchas veces vivimos desconectados de nuestro cuerpo, sin darnos cuenta de que la ansiedad se manifiesta en forma de contracturas, insomnio o palpitaciones.
  • Integramos mente y cuerpo en un mismo proceso. No basta con analizar pensamientos; necesitamos notar cómo esos pensamientos se reflejan en sensaciones físicas y cómo, a través de la respiración, podemos darles un cauce distinto.
  • Nos entrenamos en la autogestión emocional. La terapia no solo da comprensión, también proporciona herramientas prácticas para que cada persona pueda regularse en su día a día.

En consulta, utilizamos ejercicios de respiración consciente para acompañar el trabajo de autoconocimiento. Al aprender a respirar de manera más plena, las personas se sorprenden de cómo cambia su forma de afrontar problemas, de tomar decisiones y de relacionarse con los demás.

Un ejemplo cotidiano

Piensa en una discusión de pareja o en una reunión de trabajo difícil. El corazón late más rápido, el estómago se encoge, la mente se llena de pensamientos acelerados. En ese momento, detenerse un instante y respirar profundamente puede marcar la diferencia. No porque el problema desaparezca, sino porque nuestra respuesta cambia: en vez de reaccionar desde la tensión, podemos responder desde la calma.

Este sencillo gesto —inspirar, exhalar, tomar conciencia— es la base de un cambio más profundo. Es el recordatorio de que el bienestar psicológico no está solo en lo que pensamos, sino también en cómo habitamos nuestro cuerpo.

Un viaje hacia dentro

Acudir a terapia es emprender un viaje hacia dentro. No se trata únicamente de “arreglar” lo que duele, sino de aprender a vivir en coherencia entre lo que sentimos en el cuerpo y lo que pensamos en la mente. Y la respiración es el hilo conductor de ese viaje.

Cuando respiramos de manera consciente, no solo oxigenamos el cuerpo: nos damos permiso para sentir, para comprender y para transformar.

En resumen

La neurociencia de Antonio Damasio y Nazareth Castellanos nos recuerda algo fundamental: somos cuerpo y mente al mismo tiempo. Y en ese diálogo constante, la respiración es el puente que podemos cruzar una y otra vez para encontrar equilibrio.

La terapia es el espacio donde ese puente se convierte en camino: un lugar seguro donde explorar pensamientos, emociones y sensaciones, y aprender a integrarlos para vivir con mayor serenidad.

Respirar es vivir. Y respirar de manera consciente es aprender a vivir mejor.

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