Escucha reactiva: rebatir antes que comprender
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Escucha reactiva: rebatir antes que comprender

Desde Mens Psicología, tu centro de psicólogos en Cartagena de referencia, queremos hablaros hoy de una peculiar situación… Escucha reactiva: rebatir antes que comprender.

¿Alguna vez has hablado con una persona y, aunque has recurrido a un gran arsenal de argumentos, has tenido la sensación de estar hablando con un muro? Aunque te hayas esforzado por explicar tus razones y comprender las suyas, con el objetivo de llegar a un acuerdo, es probable que hayas tenido la sensación de que no te entiende – o no te quiere entender.

No es que tus argumentos se hayan transformado en un confusión, es probable que el diálogo no progrese porque el canal de comunicación se ha roto, o nunca llegó a instaurarse, debido a que tu interlocutor en realidad no tenía la intención de comprender sino tan solo de rebatir.

Por desgracia, en una sociedad cada vez más narcisista muchas personas no logran desarrollar una escucha activa. En vez de escuchar a su interlocutor para comprender sus ideas y sentimientos, se limitan a oír sus argumentos para rebatirlos, como si de un duelo se tratase.

La escucha reactiva, como denomino a este tipo de comunicación, implica atrincherarse detrás de los puntos de vista propios, por lo que termina convirtiéndose en un obstáculo para el diálogo. Implica reaccionar a las ideas del interlocutor desde un punto de vista egocéntrico, para hacer valer los criterios propios, sin que medie la intención de llegar a un acuerdo ventajoso para ambos.

La persona que pone en práctica una escucha reactiva se limita a reaccionar desde sus emociones, creencias e ideas, sin tener en cuenta los de su interlocutor. De esta manera no se llega a crear el espacio compartido necesario para que se produzca el entendimiento, por lo que termina instalándose un diálogo de sordos.

¿Cómo saber si una persona ha puesto en marcha una escucha reactiva?

1. La persona no tiene en cuenta lo que dice su interlocutor. Si escucha sus argumentos solo es para rebatirlos.

2. No presta el debido interés por las palabras de su interlocutor, demostrando una falta casi total de empatía.

3. Solo le interesa transmitir su mensaje, de cualquiera de las formas, cerrándose a cualquier argumento que vaya en contra de sus ideas.

Los 3 pasos para desactivar la escucha reactiva

Hablar con una persona que escucha de manera reactiva suele ser desgastante. Es probable que pruebes diferentes caminos/argumentos y cada uno tropiece con un muro de incomprensión. Eso puede llegar a ser muy frustrante. En esos casos, para que el diálogo avance, necesitas desactivar ese modo de escucha.

1. Establece un punto común de partida. Seguir presentando argumentos no servirá de nada. Necesitas volver atrás, al inicio. Y establecer un nuevo punto de partida con el que ambos estéis de acuerdo. En una relación de pareja, ese punto de partida puede ser que ambos os amáis. En una relación laboral, el punto de partida puede ser que ambos necesitáis solucionar el problema o terminar el proyecto.

Esa verdad compartida te permitirá, por una parte, acortar la distancia psicológica que se había creado y, por otra, sentar un precedente de acuerdo que predisponga positivamente al diálogo, logrando que ambos miréis en la misma dirección, aunque cada quien mire de manera diferente. Y eso ya es un gran paso adelante.

2. Haz que baje las defensas. No hay nada peor para el entendimiento que sentirse atacado. Por tanto, debes asegurarte de que tu interlocutor se siente relativamente cómodo. Usa un tono de voz suave y calmado. No hay necesidad de agitarse. Hazle saber que entiendes sus argumentos y que comprendes su posición, que tu objetivo es llegar a un acuerdo con el que ambos os sintáis cómodos, no imponer tu punto de vista.

Si logras que tu interlocutor baje los muros que había levantado, quizá no lleguéis a un acuerdo inmediatamente, pero al menos es probable que tus argumentos calen y le hagan cambiar de opinión más adelante. Para ello, en vez de “atacar” sus ideas o sentimientos, lo ideal es que hables de cómo te sientes y de cómo te afecta esa situación. En vez de acusar, habla de ti. Mostrar vulnerabilidad suele ser la herramienta más poderosa para desactivar la escucha reactiva y activar una escucha activa.

3. Aprovecha cada acuerdo, por pequeño que sea. A primera vista parece un contrasentido, pero la única manera de lograr que una persona entienda y acepte tus argumentos consiste en comprender y aceptar los suyos. La escucha reactiva se vence con la escucha activa. Si activas una escucha reactiva solo lograrás sumergirte en un diálogo de sordos.

Escucha los argumentos de tu interlocutor, no con la intención de rebatirlos sino de buscar puntos en común, por pequeños que sean, y úsalos como ladrillos para ir creando un discurso común. El entendimiento no se logra saltando del desacuerdo al acuerdo sino construyendo peldaños basados en ideas o sentimientos comunes. Cada vez que resaltas esos puntos de contacto rompes las barreras entre el “yo” y el “tú”, creando un espacio de comunicación compartido que facilita el entendimiento.

Por último, si ves que en ese momento el entendimiento es imposible, lo mejor es que aplaces la conversación para otro momento. No discutas con un necio o con una persona que, en ese instante, se ha ofuscado demasiado como para poder progresar en el diálogo. Recuerda que a veces es mejor preservar la paz interior, que tener razón.

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