Estrategias para ayudar a los niños a superar sus miedos
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Estrategias para ayudar a los niños a superar sus miedos

Hoy desde Mens Sana Psicología, queremos hablaros sobre estrategias para ayudar a los niños a superar sus miedos.

El miedo es un sentimiento atávico que acompaña a nuestra especie desde el origen de los tiempos. Un mecanismo evolutivo que actúa como un resorte de alerta frente al peligro. Su finalidad no es otra que potenciar nuestra capacidad de dar una respuesta adecuada a alguna amenaza percibida como plausible. Sin embargo, desde nuestro centro de psicología en Cartagena  y a través de diversas metodologías, estamos acostumbrados a atender a personas que intentan combatir sus miedos. Y es que el miedo, según las circunstancias puede resultar patológico.

En principio el miedo en sí, no resulta una emoción agradable. Si bien hay adultos (y algunos niños) que disfrutan o buscan esta emoción como divertimento. Pensemos en los aficionados al cine o a las novelas de terror. Pero en estas situaciones, se dan circunstancias que hacen de ese miedo algo controlable a voluntad. Lo característico aquí es que podemos desactivar la causa de ese miedo provocado deliberadamente. Basta con cerrar los ojos o salir del cine, parar la película, o cerrar el libro que estamos leyendo. Ahí se acaba todo.

Sin embargo esto no ocurre cuando hablamos del miedo o las fobias, como padecimiento psicológico. Y es que el miedo, cuando se sufre sin control o por causas irracionales, además de ser desagradable, puede condicionar gravemente nuestra estabilidad emocional. Eso es así en personas adultas, pero puede ser mucho más condicionante en niños, en los que aún se está formando su personalidad. Por eso en Mens Sana Psicología, como centro con amplia experiencia en psicología infantil en Cartagena, prestamos mucha atención al miedo en los niños y aspectos concretos del mismo como la superación de terrores nocturnos, pesadillas o pequeñas fobias infantiles.

Ante todo, hay que tener presente que no podemos menospreciar las emociones infantiles por el mero hecho de que quien las refiere sea un niño. Debemos pensar que cuando nuestros hijos nos dicen que tienen miedo es porque lo están pasando mal de verdad.

Queremos compartir algunas estrategias para abordar los miedos infantiles desde la perspectiva de los adultos.

  1. Nunca debemos minimizar los miedos infantiles o tratar de racionalizarlos con argumentos complejos. No conviene desecharlos por absurdos o abordarlos como algo ilógico, pues el miedo no se basa en la lógica o en sentimientos racionales.
  2. No se debe reprochar al niño que pase miedo. El miedo es subjetivo siempre, y depende de cada persona. Es una emoción que surge como reflejo a estímulos externos que conectan con lo más íntimo de nuestra personalidad o con determinados recuerdos. Es normal que los niños padezcan miedos que a los adultos nos parecen infundados. Hay que aceptarlo y darle carta de naturaleza como una emoción humana más. Pues también los adultos sufrimos miedos incomprensibles para muchos niños.
  3. Hay que ayudar al niño a reconocer el miedo como emoción. Enseñando al niño que el miedo es algo natural y haciéndole saber cómo se presenta, le ayudamos a reconocerlo como paso previo a superarlo. Podemos  pedirle que nos cuente lo que pasa en su cuerpo cuando tiene miedo o que pensamientos tienen en esos momentos. Hablar del miedo en sí, como emoción, y no de sus causas. Esto siempre alivia pues desvía la atención de las causas que lo provocan, que deben ser abordadas un poco más adelante.
  4. Debemos darle forma al miedo. Nombrarlo. De esa forma se debilita un poco su poder perturbador. Al etiquetar el miedo y llamarlo por su nombre, lo asumimos. Verbalizándolo, desactivamos su cara irracional, lo traemos al terreno de lo comprensible y la transformamos en algo reconocible, que es posible abordar para acabar superándolo.
  5. Frente al miedo, hay que ofrecer seguridad. Esta se puede transmitir mediante el contacto físico (abrazos, caricias, o simple proximidad) o mediante la palabra (el mero sonido de la voz de un padre o una madre tiene un efecto balsámico sobre los niños que atraviesan situaciones estresantes). Se trata de restablecer el equilibrio emocional que el miedo ha destruido, para desde esa situación de equilibrio abordar las causas y los modos de combatirlo.
  6. Facilitar estrategias de superación. Aquí los psicólogos pueden ayudar, aunque no existen recetas universales. Así, frente a los terrores nocturnos, por ejemplo, el recurso a un elemento tangible que proporcione, al aferrarlo, sensación de seguridad  ha funcionado desde siempre. Un simple oso de peluche puede ayudar mucho.

El miedo a la oscuridad, por poner otro ejemplo, se puede paliar sometiéndonos voluntariamente a esa situación de una forma controlada y progresiva, a modo de ejercicio. Pero sólo si lo planteamos como un juego y no como una imposición. Por ejemplo, jugando a permanecer en una habitación poco iluminada con la mano en el interruptor mientras el otro cuenta en voz alta el tiempo transcurrido.

En definitiva, el miedo infantil, no es otra cosa que una emoción humana, percibida desde el punto de vista mucho más permeable y sensitivo de un niño. Por eso debemos comprenderlo, respetarlo y, en la medida de lo posible, proporcionar las herramientas que ayuden al niño a superarlo para llevar una vida mejor. Y si el miedo es recurrente o excesivo, no dudeis en consultar a un psicólogo. Siempre ayudan.

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