Pautas para gestionar la ira
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Pautas para gestionar la ira

Desde nuestra clínica de psicólogos en Cartagena queremos ofreceros unas determinadas pautas para gestionar la ira.

La ira es una emoción que todos experimentamos. Nadie se libra. A lo largo de nuestras vidas, exteriorizamos reacciones airadas en muchas más ocasiones de lo que podemos pensar. Incluso las personas más aparentemente tranquilas – suelen ser la peores a la hora de enfadarse – se ven desbordadas por esta emoción en un momento dado. Por eso, como cualquier psicólogo aconsejaría, lo primero que tenemos que hacer para enfrentarnos a ella, es aceptar que existe. Y después, examinar el modo en que nos aborda y nos afecta. A nosotros, y a los demás. Cómo gestionar la ira es un aprendizaje interesante y psicológicamente muy útil. Pues sirve también para dotarnos de herramientas mentales para reaccionar ante la ira de los demás.

Personas susceptibles y ollas a presión

Como tantas emociones, la ira, se presenta en grados muy diversos. Desde un mero malestar identificado con lo que podríamos llamar reacciones desabridas o malhumoradas, a un verdadero enfado con ofuscación que nos priva de enfocar la realidad de modo racional y eclipsa cualquier otra emoción, hasta llegar a verdaderos arrebatos o explosiones de rabia incontenible, con efectos emocionales devastadores.

Lo que resulta común a todos estos estadios, es una emoción que surge – como la mayoría – como reacción a estímulos externos. Algo que en psicología denominaríamos causas exógenas. Entre ellas, el estrés, puede constituir la antesala a la ira como reacción frente a situaciones adversas o de demasiada presión.

¿Por qué nos enfadamos tanto?

La ira es una llama que puede encenderse y alimentarse paulatinamente hasta crear un verdadero incendio emocional. Su fundamento pueden encontrarse en la autodefensa, reaccionando airadamente nos tratamos de proteger de las ofensas. De aquello que daña nuestra autoestima. O de las provocaciones de quienes nos sentimos obligados a defendernos. El estallido que suele acompañar a la ira, es fruto bien de lo que percibimos como una ofensa directa inaceptable, o de la ruptura de la contención de quien ya ha aguantado demasiado algo que considera intolerable.

Esas justificaciones internas tienen que ver mucho con nuestros patrones mentales. Labrados por la experiencia y por nuestra biografía emocional y sentimental. Psicólogos clínicos como Ángel Peralbo, mencionan factores tanto sociales como hereditarios o aprendidos, a la hora de analizar el modo en cómo gestionan la ira las personas.

Estaríamos entonces ante verdaderas causas endógenas. De todos es conocido ese rasgo de la personalidad que se atribuye a quienes “tienen un pronto muy malo”, así como aquellos que literariamente son descritos como “lentos para la ira”, aunque, en contrapartida, suelan guardar buen recuerdo de las ofensas.

 

Cómo gestionar la ira puede ayudarnos a ser mejores

No cabe duda de que la ira es perciba como una emoción esencialmente negativa. Porque ofusca nuestro entendimiento y nos impide reaccionar racionalmente en primer lugar. Pero también, porque en sus peores manifestaciones puede generar daños emocionales a terceros. Personas que pueden sufrir tanto la violencia verbal, como la física en la que puede llegar a encarnarse esa actitud airada.

Desde el punto de vista psicológico es bueno evitar la acumulación de frustraciones que pueden abonar un futuro estallido de ira, haciéndoles frente a tiempo. Saber ser asertivo y educado al mismo tiempo, decir no cuando queremos decir no, o manifestar nuestra protesta serena cuando algo nos desagrada.

Hoy en día, como psicólogos en Cartagena con larga experiencia en psicología clínica, ya no podemos decir que una buena manera de gestionar la ira es darle rienda suelta. Aconsejar desahogarse, sin más, a quien tiene motivos para estar enfadado, puede resultar un camino incierto. Antiguamente, esta era una tendencia propia de manual de autoayuda y de una psicoterapia efectista, como la llamada “terapia de ventilación emocional”.

Liberar la ira y la frustración o canalizarla adecuadamente a veces se relaciona con terapias más o menos pintorescas, como pueden ser entregar un mazo a un individuo y un montón de cacharros electrónicos que destrozar. Suena divertido. Pero no soluciona los problemas emocionales a largo plazo. Actualmente, los psicólogos se preocupan más por descubrir las causas profundas que generan la ira. De eso modo es más fácil desactivarla o paliar sus efectos negativos. Así lo afirman psicólogas como Tiffany Watt Smith en su “Historia de las Emociones Humanas.”

Consejos para gestionar la ira de manera efectiva

Entre los consejos para gestionar la ira y el enfado extremo, podemos citar:

1. – Aceptar su existencia como rasgo de nuestro carácter y combatirlo como tal

Reconocer que tenemos malos sentimientos o emociones negativas es el primer paso para definir nuestra voluntad de minimizarlos o paliar sus efectos adversos. Si aprendemos a reconocer la ira y sus expresiones como algo que queremos evitar, empezaremos a buscar herramientas para gestionarla eficazmente. Psicológicamente todos lidiamos con emociones desagradables en uno u otro momento. Lo que podemos definir es la manera de encauzarlas en lo posible.

2.-  Anticiparnos a su estallido.

Si identificamos las señales internas que preceden a un ataque de ira incontrolado, podremos intentar desviar nuestra atención del foco que la provoca. Una conversación, un encuentro, que prevemos como posible evento desencadenante pueden ser evitados, soslayados o incluso relativizados, si nos proponemos evitar ese estallido. La respiración entrecortada o la excesiva afluencia de sangre al rostro, son factores fisiológicos que pueden preceder a un ataque de ira, aunque ya en una fase en la que la riada de emociones puede ser incontenible. Hay que aprender a identificarlos antes.

3. – Revisar nuestros patrones mentales.

Quizás lo que provoca nuestra ira, no es más que una interpretación errónea de lo que percibimos como ofensivo, amenazante o como un menoscabo de nuestra autoestima. Reforzar la autoconfianza y tratar de objetivizar esa presuntas amenazas, puede ayudarnos a no reaccionar airadamente sin justificación.

4. – Utilizar estrategias de autorregulación.

Finalmente, recurrir a herramientas de control mental que nos ayuden a refrenar y encauzar esos sentimientos, puede sernos de mucha ayuda. Técnicas de respiración o relajación mental, una vez nos hallemos en una situación de riesgo, o terapias de meditación con carácter preventivo pueden proporcionarnos esos recursos.

Y si los problemas persisten, no lo dudes, contacta  con profesionales de la psicología y encontrarás el modo de abordar este y otros problemas.

 

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