Superar la perdida de un ser querido
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Superar la perdida de un ser querido

Todos deberíamos aprender a superar la pérdida de un ser querido, por eso hoy desde Mens Sana Psicología queremos dar a nuestros lectores las claves para superar la situación planteada por la muerte de una persona próxima a nosotros o con la que manteníamos fuertes vínculos emocionales.

Cuando sufrimos una pérdida de alguien importante, pasamos por una serie de etapas de dolor que son universales, ya que se experimentan por igual en personas de cualquier cultura y clase social.

Este luto se produce en respuesta a la pérdida de un ser querido, al fin de una relación, al hecho de averiguar que padecemos una enfermedad terminal, etc.

La muerte de un ser querido nos lleva a menudo a evaluar nuestros propios sentimientos sobre la mortalidad. A lo largo de cada etapa, un hilo de esperanza común puede florecer: Mientras hay vida, hay esperanza. Mientras hay esperanza, hay vida.

A menudo nos movemos entre varias etapas antes de lograr una aceptación más pacífica de la muerte o la pérdida. La clave para comprender las etapas es no sentir que debemos pasar por todas ellas. Es más útil  verlas como guías en el proceso de duelo, para ayudarnos a entender y poner en contexto la nueva situación personal.

Cada persona es un mundo y se lamenta de manera diferente, algunas exteriorizan fácilmente sus emociones, en cambio otras experimentarán su dolor más internamente y no son capaces de llorar. Por lo que no debemos juzgar la forma en que una persona experimente su dolor, ya que cada uno lo experimentara de forma diferente.

Por eso desde nuestro gabinete de psicólogos en Cartagena, os queremos hablar sobre las cinco etapas del duelo por las que se suele pasar, aunque no necesariamente se producen en el mismo orden ni duran lo mismo para todas las personas.

ETAPAS DEL DUELO

  1. Negación: La primera reacción que mostramos tras una pérdida dolorosa es negar la realidad de la situación. Muchos piensan “Esto no está pasando, esto no puede estar pasando”, esa es una reacción normal y una manera de racionalizar las emociones abrumadoras. Es un mecanismo de defensa que amortigua el impacto inmediato de la pérdida. Bloqueamos las palabras y escondemos los hechos. Esta es una respuesta temporal que nos lleva a través de la primera oleada de dolor.
  2. Ira: Cuando los efectos de ocultación y de la negación comienzan a desgastarse, la realidad y el dolor afloran. Pero no estamos listos. La intensa emoción de dolor se desvía, reorientándose, y expresándose de manera contradictora en forma de ira. El enojo puede estar dirigido a extraños, amigos o familiares. La ira se puede enfocar también hacia el ser querido fallecido. Racionalmente, sabemos que la persona no tiene la culpa, pero emocionalmente sin embargo, podemos sentirnos resentidos con ella por causarnos el dolor al dejarnos. Nos sentimos culpables por estar enfadados, y esto nos hace enfadarnos más todavía. Pero el duelo es un proceso personal que no tiene límite de tiempo, ni una forma “correcta” de pasarlo.
  3. Negociación: Esta es una reacción normal a los sentimientos de impotencia y vulnerabilidad, siendo una necesidad de recuperar el control. Esta puede suceder antes de la pérdida, en caso de tener a un familiar con enfermedad terminal, o bien después de la muerte para intentar posponer el dolor que produce el abandono. Pero en realidad se tiene la esperanza de que de algún modo se pueda retrasar el dolor.
  1. Depresión: Existen dos tipos de depresiones asociadas al duelo.

La primera de ellas es una reacción a la implicación real relacionada con la pérdida. La tristeza y el pesar predominan en este tipo de depresión. Nos preocupa que, a nuestro pesar, hemos pasado menos tiempo con otras personas que dependían de nosotros. Esta fase puede aliviarse con el acompañamiento de los demás y unas pocas palabras amables.

El segundo tipo de depresión es más sutil y, en cierto modo, más privada. Es nuestra preparación frente a la separación y la despedida personal de nuestro ser querido. A veces todo lo que realmente necesitamos es un abrazo.

  1. Aceptación: Llegar a esta etapa del duelo es lo que se presentará al final del proceso. La muerte puede ser repentina e inesperada, y nos parece que jamás podremos ver más allá de nuestra ira o negación. No es necesario resistir lo inevitable y negarnos la oportunidad de hacer las paces con nosotros mismos. Esta fase se caracteriza por la retirada y la tranquilidad final. Esto no significa ser un período de felicidad, es más bien un período de paz, el momento en el que hacemos las paces con la pérdida que hemos sufrido, dándonos la oportunidad de vivir nuevamente a pesar de la ausencia.

Los seres queridos que están enfermos o terminales, parecen pasar también por un período final de retirada. A pesar de que no siempre son conscientes de su propia muerte inminente, en ocasiones el deterioro físico puede ser suficiente para producir este tipo respuesta. La dignidad mostrada en el momento de morir de nuestros seres queridos puede ser su último regalo hacia nosotros.

Hacer frente a la pérdida  que sufrimos es una experiencia personal y singular, nadie puede ayudarnos a llevarla, ya que no entienden todas las emociones por las que estamos pasando. Sin embargo, si pueden estar para nosotros y ayudarnos a través de este proceso. Lo mejor que podemos hacer es permitirnos sentir el dolor, ya que resistirlo sólo servirá para prolongar el proceso natural de curación.

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