Psicología Infantil Cartgena – ¿Cómo tranquilizar a un niño?
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Psicología Infantil Cartgena – ¿Cómo tranquilizar a un niño?

Desde nuestro área de psicología infantil en Cartagena respuesta a una de las preguntas que más nos hacen en consulta papas y mamas: ¿Cómo tranquilizar a un niño?

“¡Cálmate!”, se escucha decir a algunos padres gritando. Exigen a los niños que se tranquilicen, pero su voz y sus gestos transmiten otro mensaje, generalmente matizado por la frustración, la ansiedad, la angustia o incluso la rabia. Los niños captan esas emociones y, lejos de calmarse, se sienten más intranquilos e inseguros. Sencillamente, no es coherente pedir a los niños que se calmen y mantengan la compostura cuando los adultos no son capaces de hacerlo.

Haz lo que yo digo, no lo que yo hago

La autorregulación emocional es una capacidad que se encuentra insuficientemente desarrollada en los niños. La gestión de las emociones y el control de los impulsos dependen fundamentalmente de los lóbulos prefrontales del cerebro, que son las últimas áreas en desarrollarse. Eso explica, al menos en parte, por qué los niños pequeños suelen ser tan impulsivos e impacientes. También explica por qué les cuesta calmarse cuando se irritan o frustran.

Por otra parte, los pequeños tampoco cuentan con las estrategias de gestión emocional que hemos ido desarrollando los adultos – al menos en teoría. Todavía deben descubrir qué cosas los ayudan a sentirse mejor cuando están tristes o les permiten calmarse cuando están enfadados. Tampoco son capaces de traducir sus emociones en palabras, por lo que sienten la necesidad de expresarlas físicamente.

Para calmar a un niño y ayudarlo a desarrollar las habilidades que les permitan tomar el control de sus emociones, los adultos debemos convertirnos en su modelo a seguir. Sin embargo, cuando los adultos no son capaces de mantener la calma ante las rabietas y berrinches de sus hijos, están demostrando que las respuestas más primitivas son una opción de comportamiento válida.

Cuando los adultos se dejan vencer por el agotamiento, las prisas o el agobio y pierden la paciencia, se están convirtiendo en un mal modelo a seguir. Por supuesto, es comprensible que de vez en cuando perdamos los nervios. La vida cotidiana puede llegar a ser muy estresante. Entre las responsabilidades laborales, sociales y familiares, es fácil sentirse sobrepasados. No obstante, si perder la paciencia se convierte en el pan cotidiano, no podemos esperar que nuestros hijos reaccionen con calma ante los imprevistos, problemas y frustraciones en su vida.

Crecer de la mano de nuestros hijos

Los niños son, de cierta forma, como un lienzo en blanco. Aunque cada pequeño tiene sus peculiaridades, es tarea de los adultos enseñarles a gestionar sus emociones de la mejor manera posible. Sin embargo, es imposible dar una lección cuando se imparte con gritos, palabras ácidas o incluso la violencia.

Alzar la voz puede calmar un berrinche. No cabe dudas. Pero es una solución pasajera porque no permitirá que los niños mejoren. Gritar a un niño no lo calmará, solo hará que reprima la expresión de la emoción que se encuentra en la base. Eso no le ayudará a lidiar con las emociones de manera asertiva. Al contrario, las invalidará.

La Inteligencia Emocional es una pieza clave en la crianza porque permite validar los sentimientos infantiles. Tras analizar a 170 niños y sus padres, investigadores de la Universidad de Castilla La Mancha concluyeron que la Inteligencia Emocional de estos influye en la personalidad de sus hijos y en su salud mental. Los pequeños no aprenderán a calmarse si sus padres no saben hacerlo.

Por eso, los padres deben intentar actuar cada día desde el amor y la empatía. A veces educar a un hijo es reeducarse uno mismo. A veces este proceso nos obliga a cuestionar nuestras actitudes y reacciones. A veces, criar a un niño es madurar nosotros mismos. A veces, simplemente crecemos con nuestros hijos.

¿Cómo tranquilizar a un niño?

Cuando respondemos a los gritos con más gritos y al enfado con más ira, las rabietas se convertirán en una especie de competencia para ver quién alza más la voz. Si quieres que tus hijos aprendan a gestionar lo que sienten, es indispensable que mantengas la calma y les enseñes a abordar esa situaciones desde el respeto y el diálogo.

  • Mantén la calma. Es difícil, sobre todo después de una mala jornada o cuando tienes prisa, pero cuenta hasta 10, 20 o 100 y respira profundamente. Recuerda que tu reacción de hoy puede marcar la diferencia mañana en tu hijo.
  • Valida sus emociones. Si un niño se muestra intranquilo, enfadado, frustrado o enfadado, exigirle que se calme ignorando sus emociones no es la solución. Cuando los niños tienen una rabieta es porque no saben cómo gestionar los pensamientos y emociones que los asaltan. No los minimices, valídalos poniéndoles un nombre y enseñándoles a expresarlas de manera más asertiva.
  • Voz firme y frases claras. Cuando un niño está alterado, gritar o reprenderlo servirá de poco. Lo ideal es mantener la compostura, hablarle con voz firme y darle orientaciones claras que pueda comprender rápidamente. Hazle saber las consecuencias inmediatas de su comportamiento si no se calma. Recuerda que es más fácil que tu hijo se calme cuando transmites serenidad, confianza y seguridad que cuando caes presa del pánico. Háblale siempre mirándole a los ojos para que se sienta escuchado y escuche.
  • Fomenta el diálogo. Por supuesto, si el niño está muy alterado, el diálogo no servirá de mucho, pero cuando se haya tranquilizado, puedes hablar con él sobre lo sucedido. No dejes pasar esa situación sin más. Aprovéchala como una oportunidad para abordar cómo debería reaccionar la próxima vez que suceda algo similar.

Por último, recuerda que la paciencia y el respeto son pilares esenciales de la crianza positiva. No exijas a tus hijos lo que no eres capaz de hacer. Si como padres no sabes controlar tus emociones, no puedes pretender que los niños lo hagan.

Los problemas cotidianos pueden hacernos perder la calma, pero recuerda que los niños no pidieron venir al mundo. Es tu responsabilidad. No solo satisfacer sus necesidades materiales sino convertirte en un buen modelo a seguir, procurando ayudarlos a comprenderse mejor y expresar de manera más asertiva lo que sienten. Su Inteligencia Emocional depende en gran medida de ti, así que si quieres que un niño se calme, primero debes tranquilizarte.

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