Psicólogos Cartagena – Los tipos de invalidación emocional más comunes en las relaciones
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Psicólogos Cartagena – Los tipos de invalidación emocional más comunes en las relaciones

Desde nuestra clínica de psicólogos en Cartagena queremos hablaros acerca de los tipos de invalidación emocional más comunes en las relaciones.

“Te preocupas por nada”.

“Te ahogas en un vaso de agua”,

“Estás exagerando”.

“Te lo estás tomando demasiado a pecho”.

Es probable que en más de una ocasión hayas escuchado esas frases o que incluso hayan salido de tu boca. A veces esas frases tienen el objetivo de ayudar, animando a la persona a ser más fuerte, pero generalmente suelen tener el efecto contrario ya que esconden la semilla de la invalidación emocional.

La invalidación emocional se produce cuando alguien descarta, ignora o rechaza los sentimientos y emociones de una persona. Transmite el mensaje de que lo que siente es inadecuado, está fuera de lugar o no es digno de ser tenido en consideración.

De hecho, todos podemos llegar a ser invalidantes en algún momento, ya sea porque estamos demasiado ensimismados en nuestros problemas o porque no sabemos cómo lidiar con unas emociones cuya intensidad nos desborda. El problema es cuando la invalidación emocional eso se convierte en un patrón sostenido a lo largo del tiempo. En ese caso, puede llegar a convertirse en una forma de abuso emocional que es necesario detectar para ponerle coto cuando antes.

Los tipos de invalidación emocional más comunes en las relaciones

1. Restar importancia a los estados afectivos

Una forma de invalidación emocional muy común consiste en quitar hierro a las emociones, sentimientos y preocupaciones de los demás. Si vemos a una persona triste, nostálgica, apesadumbrada o preocupada, en vez de intentar ponernos en su lugar para comprender qué le ocurre y cómo se siente, simplemente nos limitamos a decirle: “no es nada”, “no deberías preocuparte”, “no veo donde está el problema” o “estás haciendo una tormenta en un vaso de agua”.

Ese tipo de expresiones suelen transmitir la idea de que los problemas del otro no son tan importantes o dignos de ser tenidos en consideración. Generalmente este tipo de invalidación emocional suele darse por simple pereza ya que es mucho más fácil restar importancia a los estados afectivos de los demás que realizar el esfuerzo mental que demanda ponerse en su lugar. Por supuesto, puede ser que realmente esa persona se esté “ahogando en un vaso de agua”, pero minimizar sus problemas no la ayudará a mantenerse a flote.

2. Rechazo emocional

El rechazo emocional es otra de las formas de invalidación más comunes. De hecho, ocurre con mucha frecuencia con los niños. Cuando decimos a los niños que “los hombres no lloran”, por ejemplo, estamos invalidando las emociones que se encuentran detrás del llanto. También ocurre cuando le espetamos a una persona “¿estás llorando por esa tontería?” o “no deberías sentirte así”.

El rechazo de las emociones suele deberse a nuestra incapacidad para gestionar los estados afectivos propios y ajenos. Si no nos sentimos cómodos con las muestras emocionales, tendremos la tendencia a rechazar su propia existencia. De hecho, el sufrimiento, dolor o angustia del otro suele generar un gran malestar en quien lo presencia, de manera que muchas veces no se nos ocurre otra manera de exorcizar esa sensación que refutar las emociones de los demás.

3. Juzgar a la persona por sus emociones

Las emociones existen. Son una respuesta automática a situaciones significativas. No existen emociones “buenas” o “malas”, sino expresiones inadecuadas de las mismas. Por esa razón, juzgar los estados afectivos del otro, con frases como “eres demasiado sensible”, “no seas tonto, no tienes que reaccionar así” o “eres muy débil” es uno de los peores tipos de invalidación emocional.

De esta forma no ayudamos a la otra persona, sino que solemos empeorar su malestar ya que no se siente comprendida ni apoyada. Al contrario, percibe que está siendo juzgada e incluso criticada por lo que siente. Si intentamos ponernos en su lugar, quizás podríamos entender que tiene suficientes motivos para preocuparse, enfadarse o sentirte triste o frustrada. Y que las emociones no son una expresión de debilidad sino de humanidad.

4. Cambiar el sentido de las emociones

Uno de los tipos de invalidación emocional más sutiles consiste en hacer creer a la persona que no está sintiendo lo que realmente experimenta. Es habitual cuando las emociones que se expresan son catalogadas como “negativas” y reprobadas socialmente. Expresiones como “no estás enfadado, solo disgustado” resta peso a la emoción original, rebajando su intensidad.

Frases como “vamos, no estés triste, alégrate” también esconden un intento de invalidación ya que se intenta que la persona cambie lo que siente por una emoción más aceptable. Sin duda, hay situaciones en las que necesitamos controlar nuestros sentimientos y seguir adelante para funcionar de manera más adaptativa, pero cuando las emociones nos desbordan, intentar reprimirlas poniendo otras en su lugar solo suele conducir a una angustia aún mayor.

5. Arrebatar el derecho a sentir

En este caso, la emoción no se intenta minimizar, sino que se niega directamente. La frase “no tienes derecho a sentirte así” es el resumen de este tipo de validación emocional porque le deja claro a la persona que su reacción es completamente inaceptable. Frases como “podría haber sido mucho peor”, “eso no es nada” o “si supieras por lo que yo he pasado” también implican un rechazo más velado a esa emoción.

El mensaje de fondo que recibe esa persona es que no debería sentirte de cierta manera porque no tiene derecho a ello, una idea que no solo transmite desprecio sino también egoísmo e incluso superioridad. Comunica sin medias tintas que la experiencia emocional de esa persona no es válida porque alguien más se ha arrojado la autoridad para decidir cómo debe sentirse.

La invalidación emocional, en sus diferentes formas, termina haciendo que la otra persona se sienta sola, incomprendida, invisible y pequeña. Cuando trivializamos, minimizamos o repudiamos los sentimientos, de los demás estamos contribuyendo a que estos crezcan. Esas emociones siempre encontrarán la forma de expresarse, y generalmente saldrán a la luz de la peor manera, ya sea a través de somatizaciones o explosiones emocionales.

En el fondo, este tipo de expresiones son un intento de reconducir a la persona hacia estados afectivos que nos resultan más fáciles de gestionar. El problema es que normalmente parten de la negación del estado original, invalidando lo que siente esa persona. Por esa razón, es importante que aprendamos a sentirnos más cómodos con las expresiones emocionales, en espacial aquellas que catalogamos como “negativas”.

Eso no significa que no debemos intentar consolar a los demás o que ya no se pueda decir nada, pero debemos reflexionar antes de hablar y hacerlo desde la empatía más profunda, asegurándonos de que nos mueve un deseo auténtico de ayudar al otro.

Cuando nos posicionamos en la empatía, dejamos de juzgar, minimizar o reprimir las emociones de los demás y, en vez de darle consejos no solicitados, brindamos un hombro amigo y simplemente decimos: “veo que estás mal, ¿cómo puedo ayudarte?”.

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